Hace
muchos años, a mediados de la década del 90, con los avances de las
tecnologías, algunos creyeron que el corrector ortográfico de Word podría
reemplazar al corrector de la redacción. “Total –deben haber pensado- lo único
que hacen es poner los acentos que faltan”. Claramente no es así. En la
actualidad el corrector es un oficio casi extinto. No por que no haga falta,
sino porque hay otras “urgencias” en el medio. No hay tiempo para segundas
lecturas y los errores pueden llegar a pasar inadvertidos. Todo es ya, todo es
ahora.
La
muerte del fotoperiodismo es anunciada desde hace mucho tiempo. Fred Richtin, el
mítico editor de fotografía del New York Times y autor del libro “Después de la
Fotografía”, dijo en 1987 que “actualmente el fotoperiodismo se halla en un
proceso de creciente agonía y se lo usa, en la mayoría de los casos, de modos
artificiales en inanimados, mientras su credibilidad se enfrenta a serios
desafíos editoriales tecnológicos”. Por temporadas, la paranoia crece y por
momentos baja. Lo cierto es que cada vez los tiempos de desesperación son más
largos con respecto a los de tranquilidad.