Todavía estoy asombrado por lo que le pasó al
amigo Lucas Alascio en Plaza de Mayo en medio del acto por el 24 de Marzo.
Salimos desde la sede de ARGRA, donde
estuvimos preparando carteles con los colegas Desaparecidos por la última
dictadura militar. Hicimos carteles, algunos los montamos en una caña y otros
los preparamos para colgarlos en nuestros cuellos. Hicimos todo y salimos para
la plaza.
Cuando llegamos a Plaza de Mayo, nos ubicamos
al costado de la pirámide, en realidad al costado de la estructura azul que la
está cubriendo. Todos llegamos con los carteles en una mano y las cámaras en la
otra. La plaza estaba llena, siempre es hermosa cuando se llena. Cientos de
personas dentro de la plaza y miles en las diagonales y en Avenida de Mayo a
punto de entrar.
Estábamos Lucas y yo, unos pasos más adelante,
parados mirando hacia el escenario. Lucas tenía una de las cañas largas con los
retratos de Raimundo Gleyzer de un lado y a Cristina Bettanin y Jaime
Colmenares del otro, cuando se le acercó una persona y le pidió permiso para
sacarse una foto con el estandarte. Lucas le dijo que sí y una chica se acercó
para hacer la foto. Pensé que quería retratarse con Gleyzer, pero no, no hizo
con la pareja de Cristina y Jaime.
La hija de esta persona hizo la foto. Le
agradece a Lucas y le dice, señalando con el dedo, “yo estuve con ellos la
última noche que estuvieron en Buenos Aires”. Al principio nos mostramos
extrañados, hasta que repitió: “Ellos estuvieron en mi casa el (dijo la fecha,
pero no la recuerdo) por la noche, porque fue mi cumpleaños y ellos vinieron a
festejarlo”. Yo, testigo unos pasos más adelante, vi como todos los que
estábamos alrededor de esa situación abrimos los ojos con una mezcla de asombro
y ternura.
Lucas, sin decirle nada, extiende el brazo y
le entrega el estandarte con el retrato de Cristina y Jaime. El hombre se
conmovió y le preguntó si podía tenerlo un rato. Pero Lucas le dijo que no. “Es
tuyo”, le dijo y le apretó el hombro. El hombre, de unos 60 años, grandote,
robusto, se tapó los ojos con una mano y se quebró en un llanto emotivo. Su
hija también emocionada no dejó de agradecer el gesto.
Hasta donde vi, el hombre estaba firme con el
cartel mirando hacia el escenario. No pude quedarme hasta el final del acto. Es
algo común que nos pasa a los fotógrafos. Nos empieza a tirar el oficio y ni
bien llegamos a la plaza nos dispersamos a hacer fotos. A buscarlas por todos
lados.
No pude dejar de pensar en eso. Desde el 24
que no salgo del asombro, que entre las miles de personas que estuvimos en la
Plaza, este hombre haya encontrado a sus amigos.