Tal
vez sea cierta la superstición.
Llegué
hace un rato a mi casa, el viaje de vuelta de las vacaciones fue eterno.
Tardamos más de 14 horas desde Sierra de la Ventana hasta CABA, casi 600 km. El
único servicio que une estos destinos es de la empresa Condor Estrella. La
salida se demoró solo 20 minutos, no es mucho realmente. Me costó dormir en el
viaje, raro en mi que tengo la particularidad de caer en un sueño profundo casi
en cualquier lugar. Me costó, tardé y me desperté a menudo.
A
las 3 am, el micro se detuvo por completo al costado de la ruta, pasando un
peaje. Nunca sabré cual. El GPS del celular no pudo mostrarme el mapa. Escuché
a los choferes intentando arreglar algo. Darle marcha a un motor ahogado en
reiteradas oportunidades (en mi poco conocimiento de mecánica ligera sé que no
hay que insistir con eso porque se hace pelota la batería), llamar por teléfono
a alguien y escuchar (absolutamente) toda la conversación: “Sacale el relé,
pone el fusible, cambiá la correa….”. La conclusión que saqué es que los
choferes no tenían la más pálida idea del micro.
Al
rato arrancó. Me dormí.
Más
tarde, volvió a pasar lo mismo. Saliendo de la terminal de San Miguel del
monte. Tardó más en arrancar. Pero a los pocos kilómetros, al costado de la
ruta se detuvo y fue definitivo. Esperé.
Esperé.
Esperé.
Mi
hija, de 8, al lado mío se entretenía con el celular. En los asientos de la
otra fila, mi novia y su hija dormían. El tiempo pasó. Eran las 6.30. Esperé a
que se despertaran. Escuché a los otros pasajeros hablar con los choferes y
entre ellos. Unas chicas sentadas atrás de mí (creo, las más indignadas de
todos) fueron las que obtuvieron los primeros datos: El colectivo estaba parado
y no se sabía hasta cuando. “Que los choferes llamaron a la empresa, que van a
mandar un mecánico, que va a ver que tiene y si se puede arreglar, que si se
arregla: seguimos, que si no: hay que esperar a que manden otro colectivo para
hacer el traspaso”. “Porque no mandan el otro colectivo directamente”,
preguntaron con bastante sentido común. “Nosotros no podemos hacer nada, no
tenemos poder de decisión”, respondió uno de los choferes. Mi novia me dice que
por lo menos se quedó dos veces más en la ruta, en esas ocasiones yo dormía y
la despierta era ella.
El
trafico de contactos de empresas chárter, combis y remises empezó a circular.
¿Qué hacemos? ¿Nos vamos, nos quedamos a ver que pasa? Pasó una hora y no hubo
cambios. Escucho que otro pasajero llama a un servicio de bus y reserva los dos
últimos lugares del que pasa a las 9. Le pido el teléfono y llamo, el siguiente
pasa a las 11 y me dejaría en el obelisco. “Bueno, gracias. Te vuelvo a llamar
cualquier cosa”, le digo. Por lo pronto me voy a una Petrobras que está a dos
cuadras sobre la ruta a comprar un agua y galletitas para desayunar. De paso
pregunto donde estamos y algún remís o colectivo que me acerque a capital. El
cartel antes de llegar a la estación de servicio dice “Capital Federal 105”. No
estamos tan lejos.
Entre
idas y vueltas, charlas, llamados y decisiones. Nos dijimos que la mejor opción
es ir en remis hasta la termina de San Miguel del Monte y ver de ahí que tomar.
Casi seguro que pasa el 88 por ahí. Son las 9 de la mañana. Pedimos los bolsos
que tenemos en la bodega. Cuando nos los da aparece una camioneta de seguridad
vial. Le preguntamos que es lo que pasó a los choferes. Nos responden: “Creemos que nos quedamos sin gasoil”.
¿Cómo? El colectivo se paró, por lo menos, dos veces antes ¿No se dieron cuenta
que le faltaba combustible? “Sabes lo
que pasa –me dijeron- no andan los indicadores y el tapón está con un precinto”
¿Cómo? ¿Salimos a la ruta con una unidad que no le andan los indicadores de
seguridad? “Si –responde uno muy suelto
de cuerpo- es que la empresa…”. Lo interrumpo. “La responsabilidad es tuya –le digo- Nosotros somos responsabilidad
tuya. No se puede salir a la ruta en esas condiciones, porque mañana vas a
salir con el indicador de frenos mal y te vas a pegar que matas a todos. La
responsabilidad es tuya de haber salido en malas condiciones. Después los accidentes pasan”. Y para
mis adentros pienso “que tendrá que ver que el tapón de combustible esté
precintado. Cómo si pudieras meterle el dedo para ver que esté lleno”.
Volvimos
de Sierra de la Ventana y tardamos mas de 14 horas en hacerlo. El viernes fue
noticia que cerraron definitivamente el ramal de tren de ferrobaires que paraba
en Sierra cerró definitivamente. Nos estamos quedando si opciones ni
alternativas.
Muchos
reclaman que los “problemas de este país” son porque no hay control. “Si se
controlara esto o aquello todos harían las cosas bien”, lo cierto es que
también nos estamos quedando sin organismos de control. Hablando en todos los ámbitos, no solo en
transporte. ¿ Qué debería hacer con los boletos? Pagué por un servicio que no
se completó. Es cierto que el micro después arrancó (cuando pasamos con el 88
por la ruta ya no lo vimos), pero no nos podíamos quedar a esperar con la incertidumbre
de no saber cuando iba a arrancar nuevamente.
Llegamos
a casa 13.15 realmente cansados. Salimos el día anterior a las 23.05, un martes
13. Tal vez sea cierta la superstición. Tal vez no. Lo cierto es que un micro
de larga distancia salió a la ruta con poco combustible, con los indicadores y
señales defectuosos y con choferes que se lavaron las manos ante los problemas.
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