Hace
muchos años, a mediados de la década del 90, con los avances de las
tecnologías, algunos creyeron que el corrector ortográfico de Word podría
reemplazar al corrector de la redacción. “Total –deben haber pensado- lo único
que hacen es poner los acentos que faltan”. Claramente no es así. En la
actualidad el corrector es un oficio casi extinto. No por que no haga falta,
sino porque hay otras “urgencias” en el medio. No hay tiempo para segundas
lecturas y los errores pueden llegar a pasar inadvertidos. Todo es ya, todo es
ahora.
La
muerte del fotoperiodismo es anunciada desde hace mucho tiempo. Fred Richtin, el
mítico editor de fotografía del New York Times y autor del libro “Después de la
Fotografía”, dijo en 1987 que “actualmente el fotoperiodismo se halla en un
proceso de creciente agonía y se lo usa, en la mayoría de los casos, de modos
artificiales en inanimados, mientras su credibilidad se enfrenta a serios
desafíos editoriales tecnológicos”. Por temporadas, la paranoia crece y por
momentos baja. Lo cierto es que cada vez los tiempos de desesperación son más
largos con respecto a los de tranquilidad.
Un
ejemplo actual son los despidos en Editorial Perfil, en agosto de 2013, cuando
la empresa desvinculó a 23 trabajadores relacionados con el área de imagen:
reporteros gráficos, editores fotográficos, diseñadores y retocadores, además
de redactores. Junto con los despidos sacaron un comunicado en el que pusieron
en conocimiento que: "El sector afectado por estos telegramas, el de
fotografía e imágenes, atraviesa aquí y en el mundo un proceso de profunda
transformación, vinculado en especial con el uso de las nuevas tecnologías y el
desarrollo de redes sociales que promueven un uso de imágenes con costos
notoriamente inferiores a los actuales".
En
pocas palabras, usarían fotos sacadas de Facebook como propias. “Total –deben
haber pensado- lo único que hacen los fotógrafos es apretar un botón”. Claramente
no lo es. Llevamos años capacitándonos. “Entrenando el ojo” para capturar “el
momento preciso de Cartier-Bresson”. Estamos ahí, lo suficientemente cerca para
que la foto sea lo suficientemente buena. Editorial Perfil siempre fue pionera
en despidos de esta clase. Al tiempo, las otras grandes empresas periodísticas copian
sus métodos y discursos, aunque sin tanta repercusión.
Claro
que no solo en la argentina pasan estas cosas. En 2013, el diario
estadounidense Chicago Sun despidió a
su plantel de fotógrafos con un argumento similar. La intención del medio fue
la misma: utilizar fotografías robadas de las redes sociales y compensar de
esta forma los costos y la baja en las ventas. “Total –deben haber pensado- las
imágenes solo son para ilustrar”. Claramente no lo son. Pero las ventas
continuaron bajando. A mediados de 2014 recontrataron a la mayoría de los
fotógrafos. Se dieron cuenta de que sus lectores no querían ver las mismas
fotos que habían visto en el perfil de un conocido.
La
semana pasada, un amigo y colega publicó en su cuenta de Facebook el siguiente
mensaje: “Amigos, conocidos y
contactos varios. Visto y considerando que el fotoperiodismo es como el crimen
(no paga) estoy ampliando mis horizontes laborales a otras áreas, léase
sociales, eventos, etcétera (…)”. Son muchos los fotoperiodistas que están
migrando a los eventos sociales y empresariales. Este posteo abrió una
discusión en la cual surgió la pregunta: ¿Por qué si cada vez se paga menos por
el trabajo de fotoperiodismo, hay cada vez más fotoperiodistas?
El periodismo en general se encuentra en medio
de un cambio de paradigma. Las nuevas tecnologías son, en muchas formas,
culpables de ello. Los portales de los diarios están absorbiendo a sus propios
lectores del papel: Bajando las ventas por un lado y aumentando las visitas por
otro. La aparición de nuevos portales de noticias generó expectativas, pero
efímeras al fin y al cabo. En su mayoría solo se dedican a replicar lo que los
grandes medios publican. “Total –deben haber pensado- los que nos leen a
nosotros no leen a los otros”. No es para nada así. Y terminan actuando como
“pincha cables” de sí mismos. Las personas van directamente a la
fuente: Facebook, Twitter, blogs o Instagram. Las redes sociales actúan como una
suerte de agencia noticiosa (sin filtro, ni calidad) a la cual todos tienen
acceso. Los diarios siempre tuvieron noticias de ayer, y hoy en día al momento
de publicación, son demasiado viejas.
Entonces,
¿cuál es el rol del fotoperiodista si la noticia, cuando sale en el diario ya
es vieja? La foto “del momento” la publicó en Twitter un fulano tomada con su
celular y se “viralizó” tanto que hasta la pasaron en el noticiero del
mediodía. Cómo competir contra “el periodismo ciudadano” que solo cobra con el
narcisismo de ver que su nombre salga en la tele. La calidad ya no importa. Ya
ni siquiera son pasantes. En el mejor de los casos son estudiantes de paso. Una
persona con una cámara en la mano y algo de suerte se cree el Robert Capa del
2000. Ojo, aclaro: creo fervientemente que la cámara no hace al fotógrafo. El
fotógrafo, la persona, es la que hace la foto. Por eso llevo tantos años
preparándome.
Fotógrafos
surgen todo el tiempo. Es curioso que conociendo la actualidad laboral, sigan
apareciendo jóvenes entusiastas con el sueño de ser fotoperiodistas. Las escuelas
de fotografía tienen un curso de fotoperiodismo o fotografía documental (la
diferencia entre ambas es una discusión aparte). ¿Cuál será el mercado en el
futuro? Por ahora, los colegas se organizan en grupos, cooperativas o
colectivos para hacer trabajos de obra, o “de autor” y así poder dedicarles más
tiempo y solventar los costos. Luego hacer una exposición, competir en un
concurso serio y vender el trabajo en otros países. Trabajar, en definitiva,
para que la imagen vuelva a ser parte de la nota y no solo el registro o la
ilustración. Contar historias. Como cualquier periodista. Como dijo Tony Valdez,
fotógrafo y docente, alguna vez: “No tengo que ser ‘fotoperiodista’ ni ‘documentalista’
ni ‘fotógrafo de Bellas Artes’, soy simplemente fotógrafo”.
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